En 2023, las intensas lluvias y diluvios veraniegos estropearon gran parte del Z! Live. Sin ánimo de rendirse a la adversidad y compensando muchos elementos que el público pidió para el futuro, el templo del metal nacional decidió recuperarse del duro contratiempo sufrido y generar una nueva edición que, tras vivirla en directo y de primera mano, ha vuelto a superarse en asistencia, calidad musical y organización. Con motivo de realzar el estilo metal/rock de un país que vuelve a apostar por un elenco de bandas dispuestas a ser recordadas durante años, Zamora se erige como la provincia que acoge al lado más creativo y compositivo del arte musical extremo. Esto es el Z! Live 2024 y en Metaltrip, ¡Wesker te lo cuenta en escritura y fotografía con todo lujo de detalles y más!
Dawn of Extinction
El segundo día del Z! Live se abrió con sabor valenciano, pues la joven banda Dawn of Extinction se subió al escenario a hora punta con un público bastante escaso y un tiempo algo caluroso. ¡Era normal, pues la hora de comer no la perdona nadie, o el reposo de la misma en tal caso! Tras haber sido teloneros de Blind Guardian en la exitosa gira del año pasado, el supuesto éxito cosechado no se observó mucho en la actuación del cuarteto. Con un estilo musical de fusión extrema, la presentación de «From Tears to Vengeance» obtuvo una aceptación normal entre el público. A pesar del esfuerzo de los integrantes en darlo todo, el concierto se quedó en un “aquí estuvimos y ya está”. El sonido, a ser sinceros, no transmitía nada especial que no fueran los ritmos y melodías de las canciones escogidas del setlist. No obstante, la calidad artística del combo Juárez sí consiguió mover algunas cabezas en primera fila junto al carismático Marcos, cuyo bajo se llevó el dominio de la base musical en una solvencia digna de un maestro de graves. Aunque la media hora se hizo corta para algunos asistentes y fans, hay que reconocer el mérito de abrir una jornada en el templo del metal/rock nacional. El relativo problema se quedó en que la fama de la gira con Blind Guardian no tuvo una repercusión posterior.
Against Myself
Ya vimos, de primera mano, que la reforma total de Against Myself por parte del baterista Charly obtuvo una mejoría más que considerable. La forma en que se ganaron el respeto del público en la gira en el acompañamiento con Sirenia del Z! on Tour fue todo un éxito, así que ahora tocaba ver a «Tides of Insanity» en un gran festival. Sin ánimo de ser redundante y con una asistencia mucho más creciente, Against Myself aunó todos los ensayos y experiencia de estos años de pandemia para ofrecernos un espectáculo sin igual. Mediados por un sonido envolvente y de calidad muy aceptable, el quinteto nacional aprovechó la media hora de show sin dar tregua a que el público cesase en el disfrute musical. Que Charly sigue con unas dotes percusionistas no lo niega nadie, al igual que Francesco y su teclado, manteniendo la ambientación y control de las orquestaciones de fondo. La fuerza que imprimía Alejandro al bajo rozó la perfección, y eso que no necesitó de ayuda técnica ni en los pequeños altibajos sonoros al comienzo del concierto. Algún día, Unai tendrá que explicarnos de dónde demonios se sacó esa guitarra de doble mástil, o aún mejor, cómo hace para tocarla cual Jimmy Page español, porque la gente no le quitaba el ojo de encima intentando comprender la naturaleza de su habilidad. Por último, cual musa de cualquier inspiración artística, nuestra querida Elizabeth conquistó el corazón del Z! Live con su portentosa voz y la ilusionante aura que la rodea. Sin ella, Against Myself hubiera sido una banda más del día, lo cual sería una equivocación puesto que todos aplaudimos y ovacionamos a una soprano que va de camino a ser una referente del canto nacional, ¡si acaso no lo es ya!
Rise to Fall
Al comienzo de la tarde, el ambiente pedía algo de tralla para combatir el calor. Euskadi respondió al clamor a través de una de sus bandas de referencia modernas, Rise to Fall y su maquinaria groovy que rompe los estándares del sonido con una puesta en escena brutal y muy directa. De nuevo con treinta minutos de exposición artística, el grupo bilbaíno provocó los primeros moshpits y violentos cabeceos gracias a la tremenda potencia que expresan sus canciones y el reciente álbum «The Fifth Dimension». Tanto Dann como Hugo no dejaron de interactuar con el público mientras sus guitarras ladraban esos increíbles riffs y solos capaces de quebrar los monitores y ensordecer los alrededores. Txamo y Javier no se quedaron atrás en realizar la misma acción, pues entre graves desbocados y una batería atronadora, Rise to Fall atrajo las miradas de forma continua y sin perder el hilo del show. También tuvo que ver, más de la cuenta, la versatilidad vocal de Alain, a quien bien conocemos por los cambios de personalidad en base a los sentimientos que las letras le hacen expresar. Aparte de la energía contenida en el concierto, muchos fans se entregaron en cuerpo y alma cuando temas como «Redrum» o «Parasites» apremiaron al desenfreno personal. En pocas palabras, Rise to Fall se marcó, en poco tiempo, un “Veni, Vidi, Vici” absoluto que se recordará en el ambiente zamorano.
Twilight Force
Las bandas internacionales tenían que salir al Z! Live, de modo que se cumplió ante una expectación multitudinaria. La ansiedad de los asistentes se complació mediante una tinción ambiental de fantasía y épica que recordó a la gran actuación de Gloryhammer en la anterior edición del festival. Con una estética medieval y repletos de encantos y magia, el grupo Twilight Force realizó un espectáculo original y memorable sin apenas esfuerzo. Con su particular estilo symphonic power metal que engancha de principio a fin, la gente disfrutó de un show musical repleto de sorpresas, alegría desmesurada y lo mejor de todo, un abanico de canciones repartidas por la discografía de la banda. En especial, del último álbum «At the Heart» of Wintervale». Entre pelucas, vestuario clásico y mucha cultura ficcional, la banda sueca se hizo un hueco importante en el templo del metal español con un sonido imponente y que no dejó indiferente a nadie, incluso en la separación de planos y direcciones de los artistas.
Allyon es un huracán vocal fuera y dentro de las artes escénicas, sea en Twilight Force o en Trick or Treat. Animando al público entre coros y juegos, se acogió a la esbelta figura femenina de Kristin (Temperance) que nos embrujó debido a ese carisma que la rodea. Cual dúo laríngeo de mutuo acuerdo, las admiraciones se llevaron por doquier. Más protagonismos duales hubo con Aerendir y Lynd, guitarristas de calidad incuestionable y que supusieron dos caras de una misma moneda. Mientras que Lynd no quitaba los ojos de su instrumento en la ejecución solista, Aerendir fue el músico que más interactuó con el público, quizás por su faceta de elfo que casi le hacía brincar en el escenario. Su simpático carácter provocó oleadas de vítores hacia él, lo mismo que sucedió con Born y las dotes bajistas que expelía junto a dedicadas sonrisas. La feliz algarabía se extendió al fondo orquestal que mantenía Blackwald y la multitud de aparataje tecnócrata de su alrededor, así como De’Azsh en la estructura percusionista. Su equipo de batería, en conjunción a los teclados, consiguieron una atmósfera sinfónica tan emotiva que, en la despedida, Twilight Force se desgranó en el aluvión de muestras de apoyo que recibieron.
The Black Dahlia Murder
No erraríamos al decir que la gran mayoría de los presentes, en las primeras filas, se quedaron flipando en colores cuando un gran mono señorial ocupó el foso durante la interpretación de «Statutory Ape» por parte de The Black Dahlia Murder. Nos podemos esperar muchas cosas de la banda yanqui de Detroit, pero el carácter escénico nos dejó algo trastocados; ¡en el buen sentido, claro! Todavía consternados por la pérdida inesperada del fundador y cantante de la banda, Trevor Strnad, la banda sigue reivindicando su legado allá donde pisa. Más en especial, Brian Eschbach, el restante miembro original que dejó su rol guitarrista y recogió la herencia vocal de su buen amigo. Ésa fue la principal razón que formó un estrecho vínculo social en el Z! Live respecto a la actuación vivida. Los fans siempre estarán del lado de la banda, pase lo que pase, y la apoyarán en todo lo que acontezca. A decir verdad, The Black Dahlia Murder nos obsequió con un concierto brutal que nadie podría criticar. Con un amplio repertorio basado en la extensa discografía y un nuevo álbum a la vista, los moshpits tuvieron un protagonismo certero a la hora de describir la marea social que el público era.
Entre voces rasgadas y muchos coqueteos guturales, Brian realizó una estupenda adaptación laríngea que, para no ser Trevor, sí que le hace mucha honra, incluyendo su actitud imponente y directa. Ningún fan se quedó sin ser señalado por Brian, ya que agradeció el cariño y apoyo a cada momento. Subidos a las plataformas siempre que podían, Ryan y Brandon tocaron los riffs emblemáticos y solos de temas como «Verminous» «Miasma» y el clásico doblete de «Unhallowed» y «Funeral Thirst» del álbum debut de la banda. Si esto no es hacer un fervor homenaje a Trevor, ¿qué más se puede pedir? Graves hubo todos lo que se necesitaban y quizás en demasía, porque el doble bombo Alan era capaz de estallar corazones si se lo proponía, aparte del retumbar metálico de los platillos. El bestial sonido llegó a resquebrajar los cristales más débiles de los alrededores, poniendo en evidencia el exceso técnico. Aunque algo se solventó, The Black Dahlia Murder se sirvió de él para que el público lo diese todo en un concierto fuera de sí y que marcó un antes y un después en España.
Insomnium
El año pasado nos quedamos con las ganas de disfrutar de Insomnium, porque siendo una de las bandas revelación del panorama actual, la expectación hablaba por sí sola. Sin ni una gota de agua y el sol descendiendo en el cielo, la sabiduría y exposición de la cultura social finesa hizo acto de presencia con los eruditos artistas que conforman la banda. Este año, la salida de Jani en la segunda guitarra ha sido complementada, por ahora en directo, a cargo de Tomy Laisto, quien se mostró muy cómodo en la ejecución de los temas del repertorio. Recordamos que Insomnium lanzó, hace poco, su último álbum, «Anno 1696», el cual posee una rica influencia histórica de uno de los peores años de la nación lapona en base a hambrunas y graves epidemias. Por ello, el melodic death metal finés sonó muy contundente y pesado, como si nos hicieran revivir aquel fatídico recuerdo. El incondicional apoyo del público también logró que los artistas se sintieran como en casa, mostrando una faceta sosegada y espiritual, la cual ambientó todo el show.
Canciones de diversa habilidad y dificultad como «Ephemeral» o «The Killjoy» eran un simple juego a los dedos de Tomy y M. Vanhala, siendo el último una bomba emocional que no contenía su disfrute guitarrero a través de radiantes muecas y sentimientos a flor de piel. Entre el arte gutural y su asombroso porte al frente, Niilo mantuvo el sereno tono sin ser inmóvil a los ojos del Z! Live con su fiero temple. Los sutiles movimientos de su bajo serpenteaban los oídos del público y las líricas susurraban las culturales influencias de una nación que superó demoledoras experiencias, siendo las pruebas «The Witch Hunter» y «Lilian». En la zona trasera y dando vida a los temas, Markus consiguió que los presentes adoptasen un éxtasis percusionista al dirigir ciertos mohspits con sus baquetas. Nadie se podría quejar del bolazo que Insomnium se marcó en sólo una hora; ¡imaginaos si hubieran tenido más tiempo! Antes de la inminente despedida, la banda nos regaló unas palabras de agradecimiento que levantaron un torbellino de aplausos ante unos músicos que, prometiendo dar un espectáculo sin igual, lo lograron en un ritual extremo inigualable.
Leprous
Es muy posible que la gran mayoría de los fans del metal/rock progresivo vayan a poner los dientes largos a la opinión de servidor sobre Leprous, y a lo mejor deberían hacerlo, pero antes que se esperen a leer la opinión entera. Cierto es que el gusto por la música virtuosa posee un amplio abanico de gustos, pero el despliegue que hizo la famosa banda noruega tuvo un nombre único en el Z! Live, soporífero que no aburrido. A punto de sacar su nuevo álbum a finales de agosto, Leprous convirtió su hora de actuación en un salón de té con una ambientación dedicada a revolver la mente, pero no el cuerpo consigo. Que nadie moviese ni un solo músculo, salvo faciales, dejó entrever que la desidia no llegó al público de milagro. Llevando un sonido nítido y muy circundante que gustaba en los momentos más cañeros, hay que dar las gracias de que Leprous no tocase en la noche, porque muchos se habrían dormido en el césped e inmediaciones del recinto. Si no fuera por la injerencia de Einar y su versatilidad vocal, muchos habrían aprovechado para merendar o cenar antes de los platos fuertes. Incluso nos atreveríamos a decir que hubo puntos en que algunos artistas se le notaba como ausentes del concierto, o sumidos en un estado de inspiración/catatonia total. Más que decirlo en favor de la experiencia, creemos que el disfrute intrínseco tenía a Leprous en una retroalimentación que muy pocos comprendimos después de varios temas.
Los únicos que se salvaron de la mudez expresiva fueron Einar y el bajista Simen, cuyos gestos y apremios al públicos dieron un toque de originalidad a la interpretación en vivo. Junto al tono laríngeo, Einar cumplió las expectativas personales con su facilidad de entonación y el uso de distintos rangos para expresar las líricas de las canciones. A su vez, los graves se volvían pesados a las órdenes de un Simen volcado en ser más heavy que un la ausencia emocional. Esos aspectos de rudeza ante el dilatado estilo musical contrastaron mucho con la actitud de ambos guitarristas, Tor y Robin, quienes se limitaban a tocar los pulidos acordes y ritmos con muy poco movimiento salvo ligeros cabeceos y paseos ladeados. Puede que estuvieran concentrados en una ejecución perfecta de las melodías, pero la idea de pasividad y anodinia rondó entre el público. Baard sí que parecía ser el único cuerdo de Leprous, hablando en términos de meneo. Además de tocar la batería de una forma excelente y muy sosegada, sus manos ofrecían un hipnótico baile que Raph adornaba con sus teclados, pero de nuevo, con la mirada perdida en el horizonte. A opinión propia, diríamos que casi todo Leprous se disolvía en sus propias canciones, llevándose las notas al más allá. Quizás éste sea el núcleo de todo estilo progresivo; para la banda noruega, el éxtasis casi nos hizo perder la noción del tiempo en detraimiento de las cualidades del metal/rock.
Hammerfall
El primero de los shows exclusivos del Z! Live no podía ser otro que la llegada de la orden musical de Hammerfall. A punto de sacar un nuevo álbum este verano y con los restos de la gira de presentación de «Hhammer of Dawn», los caballeros del power metal prepararon su escenario de altanería donde la batería de Wallin se alzó cual torre de defensa en un fuerte. No era para menos, porque el quinteto templario tenía la intención de conquistar Zamora costase lo que costase. Evidente como el agua cristalina, Hammerfall ocupó los rincones al completo mediante el decoro necesario hasta que, amparados al humo bélico, los artistas fueron saliendo uno por uno con la interpretación de «Brotherhood». Una apertura más que adecuada, pues el público se unió a los coros y a la voz de Joacim cual grito de guerra al amanecer. A cada lado del cantante, Oscar y Pontus dejaron ver que el tiempo no trascurre para los héroes, ni siquiera para el martillo de la justicia. Con uno de los sonidos más nivelados y especiales de todo el día, Hammerfall logró que todos sus integrantes tuvieran presencia continua. El caso de Fredrik fue excepcional, ya que su bajo sonreía de la misma manera que él al tocar las líneas graves de «Any Means Necessary». La gente no cesaba de menear las melenas al viento y cantar al unísono, y eso que el repertorio acababa de empezar.
Poco se echa de menos al forzudo Anders, y es que la introducción percusionista de «Heeding the Call» nos hizo perder la razón, al igual que a Wallin. Con ganas de incrementar el disfrute y el ambiente, el dúo de «Blood Bound» y «Renegade» casi hizo llorar a Joacim, porque el público cantaba por él los versos, estribillos y lo que hiciese falta. La batería volvió a exaltarse con «Hammer High» hasta que, sin tregua alguna, «Last Man Standing» y «Let the Hammer Fall» inundaron el aire de fuertes coros. Ver la fuerte cohesión que hay dentro del grupo incita a no perderse un bolo en España, puesto que Hammerfall siempre consigue que los asistentes formen parte del concierto. Después de presentar algunos bocados del álbum que se viene, Joacim y compañía nos deleitaron con el arraigo patriótico de «(We Make) Sweden Rock» hasta que, como es habitual para cerrar un show histórico, «Hearts on Fire» resonó en un estallido de fulgurante alegría que todos celebraron en un banquete al aire libre. Sí, es de bien decir que Hammerfall es de esas bandas que lideran masas con un chasquido de dedos, y sea por su música o estilo, hay que venerarlas como dioses que son. Se vio en el Z! Live, y se verá allí donde resuenen los himnos templarios del metal/rock.
Kreator
Una extensa lona cubrió el otro escenario mientras Hammerfall tocaba, y es que Kreator iba a ocultar las sorpresas reservadas hasta su turno. Con los coletazos a la gira de presentación de «Hate Über Alles» estaba claro que los germánicos apurarían el tiempo de actuación al límite, ¡y vaya si lo hicieron! Con el humo cercando el ambiente y fuego a disposición, Kreator salió ante las hordas españolas con esa indiferencia que les hace tan especiales. Figuras ahorcadas colgantes, Violent Mind comandando el fondo escénico, la portada del último álbum reinando la visión posterior… Es que los propios artistas se quedaron pequeños ante la increíble puesta en escena que los fogonazos e iluminación roja añadieron de forma intermitente. No sabemos si alguien sufrió quemaduras apreciables, aunque las primeras filas sí que terminaron sordas vivas en canciones icónicas como «Phobia» o «Enemy of God». Servidor reconoce que, salvo dos o tres, cantó el repertorio escogido a pleno pulmón y sin miramientos. Nunca hay que subestimar la maquinaria destructora de Kreator, puesto que aquí lo que importa son los moshpits, insanos cabeceos y dejarse la garganta. Envueltos en un sonido tan bruto y crudo como una motosierra infernal en plena acción, Mille, Jürgen, Sami y Frédéric reventaron a Zamora sin piedad alguna. Aparte de la exclusividad del show, la oportunidad de matar al público no se rechaza así como así. Esa mentalidad fue la que hizo que Mille hiciera que la algarabía rabiase de un disfrute inédito.
Que las llamas estuvieran activas durante «666 – The World Divided» provocó que el estribillo se corease hasta la muerte en directo. Después de rendir homenaje a ese entregado público que pedía más y más, «Hordes of Chaos» aunó el vínculo social con la violencia necesaria que requiere la resistencia del mundo metal/rock. Bajando la intensidad un poco (sólo un poquito) «Hail to the Hordes» y «Satan is Real» demostraron que Kreator no tiene intención de abandonar su thrashería, ni ahora ni en el futuro. En la mitad del repertorio, Frédéric y Jürgen envalentonaron la actuación con una buena dosis de protagonismo instrumental. Del bajo, la velocidad manual ejecutada durante «Extreme Aggressions» indicó que romper cuerdas es tan fácil como tirar abajo una pared de hormigón. Sorprendidos de oír los redobles y las baquetas en perfecta sincronización, el festival se rindió a la querida «Terrible Certainty» y esa dualidad estructural que lo convierte en un tema de culto junto a la rápida «People of the Lie». El último bis con la orden de «Betrayer» abrió la veda a la cacería de los pocos asistentes que quedaban en pie, y ya no había nadie con el cuerpo intacto. Ni siquiera Mille y Sami eran capaces de ver vida en los moshpits, ¡sólo sangre y sudor! La batalla musical no podía terminar sin sacar la bandera de la victoria, de modo que Kreator honró la dedicación y apoyo del festival con la interpretación completa de «Flag of Hate» y los clásicos extremos de «Violent Revolution» «Pleasure to Kill» que terminaron un concierto apoteósico y cubierto de una furia incapaz de disiparse o abandonar el área.
Annisokay
Era la primera vez que la banda germánica Annisokay pisaba España con su singular hardcore/metalcore y es que los fans más extremos pedían su llegada de una maldita vez. El festival zamorano se llevó el gato al agua y la actuación del cuarteto resaltó el tremendo valor de las nuevas generaciones del metal/rock. Adalid de ser una de las revelaciones alemanas en el género musical descrito, sólo el guitarrista Christoph sobrevivió a la marea de artistas que han pasado por las filas de la formación hasta la actual. Por ello, él se convirtió en la figura principal del show nocturno, llevándose todas las miradas de un público que trataba de entender la anomalía que se escuchaba a través de los monitores y altavoces. ¿Por qué decimos esa palabra? La voz de Christoph era, en pocas palabras, igual al tono mezzosoprano de una mujer adulta. Te pusieras delante, detrás, de pie o sentado, con un kebab en la mano o una litrona medio vacía… A oídos de cualquiera, o era eunuco (¡en el buen sentido, oiga!) o la genética familiar se había confundido en el sistema fonético. El contraste con la aspereza corporal de Rudi, sin olvidar la actitud violenta y voces guturales del frontman en sí articulaban una fusión bastante interesante, pero la incógnita seguía ahí. Quitando los términos orgánicos, Christoph se marcó una ejecución dual de guitarra y voz perfecta sin perder su matiz de cantante a la sombra.
Moviendo las manos, la cabeza, el cuerpo arriba y abajo… Pillar a Rudi quieto era más complicado que dar sentido a su azogue, pues con las canciones tocadas del último álbum, «Aurora», se venía arriba en todos los sentidos. También sucedió con «Ultraviolet», el tema más coreado de la noche y donde Nico tuvo un arrebato de protagonismo con la pantalla digital trasera. ¿Quién era más importante, el genial baterista o el juego de letras que casi provocó epilepsias por doquier? A ver, siendo Annisokay una banda de hardcore y variantes similares, lo lógico era ver moshpits y desnucamientos, así que el público respondió de la mejor que sabía, dejarse la vida en un show especial. La reciente salida del bajista original Norbert pudo ser un duro golpe para los fanáticos y fans más acérrimos, pero la sustitución por Peter la logrado que el cuarteto cobre una dirección aún más brutal. Sin parar de moverse en su sitio a la izquierda, el bajo dio un espectáculo que envalentonó a muchos temas, como «Human» y «Coma Blue». Dispuestos a llevarse un triunfo más que cantado, Annisokay calló a los cientos de asistentes con «STFU» en una despedida que dejó un rastro asténico ante la experiencia vivida con una banda que, de seguro, hurtó la energía vital de Zamora hasta la extenuación total.
Vhäldemar
Si Obús terminó la primera jornada del Z! Live, el segundo día no iba a cambiar la tradición, pero sí la denominación de origen hacia el norte vasco. Desde Barakaldo, un fuerte “A Muerteee” resonó tras la despedida de la anterior banda, así que la referente banda de heavy/power metal Vhäldemar se presentó ante una gran multitud de asistentes que deseaban ver a los ídolos vascos presentar su recientísimo nuevo álbum, «Sanctuary of Death». Sin querer menguar la fiesta musical, Escudero y compañía se montaron un show tan bestia que la gente sólo pedía más y más. Con la portada del álbum en la retaguardia y dominando cada rincón del escenario, la banda abrió con las dos bombas que copan la apertura del nuevo trabajo, «Dreambreaker» y «Devil’s Child». Cambiando la radicalidad del sonido hardcore de Annisokay, Vhäldemar consiguió que sus deseos técnicos se hiciesen realidad ante un incremento de los graves Raúl y la energía cordófona de Pedro, todo un referente de la imponencia guitarrista nacional. De un lado hacia otro gracias a su azogue natural, Escudero cogió al público en la palma de su mano y lo hizo vibrar al son de las mejores líricas vocalizadas en pleno directo.
Teniendo a los asistentes rendidos a sus pies, Vhäldemar no cerró la puerta al resto de la discografía, pues un repaso a otros éxitos se agradeció con motivo de los coros y mantener el vínculo social. Entre los fabulosos solos de Pedro y los ánimos de Raúl en la madrugada, se unió también Jonkol, cuyo apoyo tonal se convirtió en un estandarte de valentía junto a sus dotes teclistas en la génesis de un ambiente duro y potente. La mezcla general quedó tan bien que, cumpliendo el tiempo establecido y dando tralla de sobra, la banda vasca compartió todo su competitivo arsenal con ciertas colaboraciones de lujo, como Víctor el segunda voz (Orion Child). Los sentimientos del metal/rock fueron tan poderosos que aquellos detractores y haters de Vhäldemar presentes en el evento tuvieron que reconocer que el show terminal del viernes en el Z! Live jamás se repetiría ni igualaría con otras bandas similares. En la noche, también hubo ocasión para que el fuego y el humo diesen más vida a las composiciones, y es que Escudero es un frontman que sólo busca un objetivo claro, no dejar que el estilo cultura se pierda cual moda pasajera.
Crónica y Fotos: alberto@metaltrip.com
Source: metaltrip.com