Cuarenta años llevan en activo (¡muchos les quedan!) y no hay quien les pare los pies, ni ellos mismos. Tampoco es la intención en favor de un público que quiere soñar fuera de una realidad cruel y agónica. En 1985 nació Majesty cual quinteto artístico que apuntaba muy alto. Las circunstancias de aquellos años hicieron cambiar el nombre a Dream Theater. Muy pocos se imaginaron la repercusión y el éxito que aquel grupo iba a tener en la música metal/rock mundial. No se trataba de simples chavales escolares que empezaban a descubrir el mundo, sino que crearon su propia versión del mismo y la han esparcido por miles de millones de mentes de fans y novicios. Con sus altibajos y ciertos cambios a lo largo de la trayectoria, los años de Dream Theater se han sucedido triunfalmente hasta que la idea musical juvenil se ha convertido en una religión de masas que acuden fieles a la llamada del virtuosismo artístico. En pleno corazón de Leganés, el recinto cubierto multiusos fue escogido como la nueva zona de culto para que Dream Theater congregase a miles de devotos en conmemoración del cuarenta aniversario del nacimiento de una leyenda musical. Una velada tan mítica y única fue intermediada por la promotora Z! on Tour y el Z! Live, líderes de un movimiento social de ocio que, dentro del metal/rock, se ha abierto camino a pasos agigantados y está mostrando una idea diferente de organización mucho más abierta, atenta y, ante todo, controlada. Con un Sold Out casi completo y el aforo cerca de las 10.000 personas, tres horas de concierto se vivieron cual acontecimiento que trascendió a la historia de Madrid y el resto de la península ibérica. Portugal, Francia, Inglaterra… Multitud de países vecinos tampoco quisieron perderse la oportunidad de disfrutar de una oportunidad mágica, incluso si repetían de shows previos de la gira europea.
Tres horas de concierto se pueden disfrutar de múltiples maneras y Dream Theater optó por una vía teatral en la estructuración. Es decir, dividir el setlist escogido en dos actos y un bis al final. Habría un descanso en el intermedio, y bien se agradeció cual evento único de metal/rock progresivo. Bajando el telón del aniversario, el reputado quinteto de artistas fue ocupando sus posiciones, aunque todas las miradas se centraron (¡como no podía ser de otra manera!) en el increíble Mike Portnoy, maestro baterista legendario y su asombroso kit de platillos, cajas y triple bombo (¡sí, triple!). ¡Cuánto se le echaba de menos, sin ofender a Mangini, por supuesto! Haciendo los primeros acordes y melodías de la coreada «Metropolis I: The Miracle and the Sleeper» (¡les quedó de lujo!) y el dúo que abre el trascendental álbum «Metropolis II: Scenes From a Memory» la gente no sólo enclavó su admiración y atención hacia cada integrante, pues hay que recordar las teorías Gestalt (El Todo es mucho más que la suma de las Partes) y aplicarlas a Dream Theater. Con un decorado ostentoso en la trasera guiado por una enorme pantalla digital, la ambientación visual adornó las canciones en todo momento, generando una atmósfera versátil y adecuada a cada riff, solo o lírica de la velada junto a la intensa iluminación que no falló en su rol de mostrar a la banda como es. Con motivo de los múltiples factores mencionados, se puede decir que la banda logró superar el nivel básico de un espectáculo cotidiano (o lo que se podría esperar de ellos).
Un nuevo álbum se viene en breve, «Parasomnia», y por ello, se presentó el adelanto «Night Terror» que abrió el segundo acto. No obstante, bien se sabe que Dream Theater es un símbolo de la multitud de icónicos temas repartidos por su extensa discografía. El genial repaso de la misma fue una clave del éxito logrado en Madrid (y otros lugares) sin contar el esfuerzo y la pasión por hacer que el público soñase a la vez que sus ídolos (¡dieron el máximo y más allá!). Cierto es que faltó tocar un poco de álbumes clásicos como el debut «When Dream and Day Unite» o el reputado «Six Degrees of Inner Turbulence», así como alguna referencia a ese «Black Clouds & Silver Linings» que precedió a la salida de Portnoy antes del 2010. Sin embargo, que la banda pusiese su espíritu en que cada tema escogido significó tocar el corazón y el alma de los miles de asistentes a cada instante, siempre bajo el virtuosismo que rodea a Dream Theater. El empeño y la voluntad en favor de ese objetivo culminó en momentos inolvidables del show, como los unísonos que eclipsaron a LaBrie (¡demasiado épico para der verdad!) en la genial «As I Am», la ilustre y breve balada de «Vacant» o el apoteósico final con «Pull Me Under», la llamativa psicodelia progresiva (en cualquier aspecto) durante la ejecución instrumental de «Stream of Consciousness» (¡qué derroche de talento!) la cual guardó la aprensión social o ese mágico estrellato de linternas y luces que atenazaron a la oscuridad circundante y la sumieron en el abismo mientras «Act II: Scene VIII (The Spirit Carries On)» provocaba lágrimas de felicidad y suavizaba los exaltados ánimos vividos en el tema previo.
Mucho decir de Dream Theater en la crónica y aún no ha salido el debate sobre los integrantes, puesto que son la parte esencial y el núcleo de la velada. Al frente, y de manera muy sorpresiva, LaBrie desmoronó algunas teorías sobre su estado laríngeo. Aquí se requiere un poco de retrospección y verdad absoluta. LaBrie es un gran cantante, aunque sus “fallitos” en directo es algo usual y se camuflan; es decir, quien le ha visto y oído desde el principio, se ha servido de gallos y agudos dislocados, así como un brío por tratar de llegar al rango de estudio. No hay que engañarse, LaBrie está al comienzo de la sexta década biológica y hace lo que puede (¡lo siento, detractores! La empatía siempre debe estar presente). ¿Se quedó corto en algunas zonas? Sí, y se disfrutó “casi” igual en sociedad. ¿No llegó a los tonos de «Hollow Years» o «Under a Glass Moon»? Lo intentó, ¡y muy acertado estuvo en comparación a otras veces previas de hace años! Inútil, descafeinado, dilatado… ¡Cuántos apelativos hacia él y qué poco sentido tenían! Lo que sí se le podría recriminar era su continua ausencia en las áreas instrumentales, ¡porque un frontman debe estar a la vista y ser uno con el público! A la izquierda de frente al escenario, quien sí debería moverse un poco más (¡mucho, en demasía!) es Myung, pilar de los graves y dominante en el bajo. No se niega que sostuvo la estructura musical, junto a Portnoy, en solidez y compostura cual alfil de ajedrez. No obstante, una cosa es estar muy concentrado en el rol perfeccionista y otra, ser una columna inmóvil ante la mirada de los seguidores y fans. Los gestos faciales de éxtasis son preciosos y quedan muy bien para las primeras filas, pero las gradas sólo observaban a un bajista perenne y carente de personalidad. Myung es introvertido y vergonzoso; le queremos así hasta cierto punto, porque el día que sea de piedra total, ¡poco se podría hacer que admirarle en su impecable labor grave!
Collejas repartió el veterano Rudess a los detractores de Dream Theater, quien con 68 años recién cumplidos, el ostentoso piano, los efectos especiales y la singular maestría volvieron a impresionar por doquier. Aparte de ambientar las canciones junto al decorado trasero y marcarse unos duetos musicales con cada artista, no dudó en estar siempre a la vista y dar muestras de su juventud espiritual. Apretando las teclas sin fallos y con una personalidad carismática y cercana, Rudess se elevó a un nivel divino donde las melodías bailaban a su alrededor. Con su atril de guía y las partituras en él, «Act II: Scene II (Strange Déjà Vu)» y «Constant Motion» colorearon el recinto y le infundió emociones y sentimientos que ponían los pelos de punta. El temor pianístico nos invadió en «Night Terror», las ganas de vivir recuperamos en «This is my Life» y el reflejo interior de «The Mirror» provocó oleadas de aplausos, quebrando las manos y los pies de los asistentes. ¿Qué pasa con Petrucci? ¿Es tan bueno como se dice en la crítica general? Servidor no va a responder a eso, porque la media hora de «Octavarium» (¡la tocaron entera, sí!) es la respuesta definitiva que se obtuvo. Ritmos suaves en una distorsión limpia que no se extralimitó bajo ningún concepto, solos bellos y dotados de teoría musical que hacían llorar al más insensible; ¡hay que verle y punto! Se pensaría que «Stream of Consciousness» agotó la batería de Petrucci, pero es que seguir con «Octavarium» y los ilustres actos que la componen en el enigmático análisis holístico… ¿Qué guitarrista aguantaría cuarenta minutos sin interrupciones y expresando tanta destreza personal? Si hubiera que escoger alguno de los actos del show, servidor se queda claramente con el segundo, porque fue una increíble prueba de resistencia digna de la Historia del metal/rock atemporal.
De Portnoy poco hay que decir, pues su regreso a Dream Theater resultó ser la noticia de este lustro pandémico. No es necesario entrar (¿para qué?) en comparaciones con Mangini (¡es un máquina a la batería, sin duda!) así que, limitando la atención a Portnoy, el intérprete autoritario fue él. Tocar el triple bombo a pedales, golpear los platillos con las baquetas en los dientes, asomarse e interactuar con el público a cada rato (¡mil veces más que Myung!), utilizar hasta el último rincón de su kit baterista… En pocas palabras, ¡el mejor batería del mundo en la actualidad! Se le veía tan alegre y entusiasta en la ejecución musical que la gente se rindió a sus pies cual mesías de la percusión. No será el cerebro o el cuerpo de Dream Theater; ¿y el corazón? La opinión es ecuánime en la decena de miles de asistentes, así que la evidencia es obvia. Por último, hay que tener en cuenta el sonido expuesto en la Cubierta de Leganés. Desde la zona de pista, no se percibieron depleciones o alteraciones acústicas en el aspecto técnico, ocurriendo lo mismo en las gradas frontales. Sin embargo, la fatalidad sonora tuvo su cabida en los laterales, donde por circunstancias del recinto y disposición del aparataje modular, sí se notaba la ausencia de algunos instrumentos y efectos, como la guitarra de Petrucci en las melodías rítmicas o los graves de Myung. No es una codena a raja tabla, ¡ni mucho menos! Más bien, un hecho a tener en cuenta para las siguientes veces en el espacio de ocio leganense, pues las quejas no fueron pocas en las gradas más lejanas. Como coletazo finalísimo de la crónica, relatar la buena organización de la promotora y su continua disposición en generar un ambiente fantástico y que se repetirá en el futuro próximo, ¡porque Z! Live lo vale mucho! Y una posdata para los fans que se quedaron sin acudir a la cita con Dream Theater por diversos motivos… Quizás haya una vuelta a España de la banda, ¿o no?
Setlist
- Metropolis I: The Miracle and the Sleeper
- Act I: Scene I (Overture 1928)
- Act I: Scene II (Strange Déjà Vu)
- The Mirror
- Panic Attack
- Barstool Warrior
- Hollow Years
- Constant Motion
- As I Am
- Night Terror
- Under a Glass Moon
- This is the Life
- Vacant
- Stream of Consciousness
- Octavarium
- Act II: Scene VI (Home)
- Act II: Scene VIII (The Spirit Carries On)
- Pull Me Under
Crónica y Fotos: alberto@metaltrip.com
Source: metaltrip.com