Crónica: 4º Día Rock Imperivm (Sábado)

Qart Hadasht fue el faro ibérico hasta la conquista romana, donde el gran Imperio le otorgó el título de Cartago Nova. Arrebatada a los cartagineses en las guerras púnicas, se convirtió en una de las capitales más bellas, prolíficas e ilustrativas del viejo continente. En la actualidad, su legado cultural ha fusionado las líneas temporales en un vórtice inaudito. La arena deja de teñirse de sangre, la música resuena en las paredes, las bandas desfilan en carruajes de gloria y el público clama a sus ídolos pidiendo diversión social en todo su esplendor. En el Parque del Batel, el Coliseo musical se alza ante el imponente Mare Nostrum, quien observa en silencio. Las batallas por el honor y la calidad interpretativa se dan cita en el magnánimo Rock Imperivm, donde cuatro días de música metal/rock vuelven a escribir una triunfante página en el libro de la Humanidad con el sello de Madness Live!




 

The Last Internationale


El último día del Rock Imperivm debía ser igual de importante que los anteriores, así que el calor cartaginés volvió a la carga al mediodía. Sin embargo, lo que nadie se esperó fue el tremendo concierto que se marcó The Last Internationale a la hora de comer. Sin apenas audiencia por factores diversos, el fantástico dúo conformado por el guitarrista Edgey la versátil cantante Delila cogieron la poca más de media hora de actuación para marcarse un show tan enérgico que nos quitó el bochorno de los alrededores. Con la compañía de un sonido innovador y bastante acertado en los graves, The Last Internationale se coronó como una de las bandas del panorama actual más importantes respecto a la crítica social y temáticas antibélicas. Desplegando un escueto arsenal de decoro, Delila se erigió cual inquieto huracán al no dejar de animar al público y dominar el escenario al completo. Una actitud loable que le valió el respeto del Coliseo y que más tarde agradeció con un quiebro de las barreras personales al relacionarse con el mismo.


De verdad que es admirable ver como una banda lo da todo, aun siendo la que abre el último día en las horas más duras de calor y con la menor presencia de gente posible. Sin apenas darnos cuenta, el show se abrió con la versión de «Kick Out the Jams» perteneciente a los míticos MC5 americanos (un guiño a los orígenes del rock yanqui). Con su belleza repleta de su sudor, Delila no dejó que los ánimos decayeran con la interpretación de los mejores temas del álbum «We Will Reign» mientras las líricas se reivindicaban por sí solas. Su voz nos deleitaba la potencia que transmitia su canto, así como su presencia virtuosa dando un solo de piano memorable. A su derecha, Edgey demostró que su nivel musical es todo un ejemplo de calidad inaudita. No se estuvo quieto ni un momento, ni siquiera cuando afinaba la guitarra con una sonrisa abierta de felicidad. También se disfrutó de una notable percusión, que no impidió la escucha del resto de instrumentos. Después de sólo siete temas, el público quedó muy sorprendido del show, de modo que no se pudo reprimir una ovación al unísono hacia The Last Internationale, pues nadie se esperó que cuatro artistas fueran tuvieran un nivel tan alto de calidad rockera en corazón y alma.


Vatican Spectrum


El Rock Imperivm tenía dos dosis de thrash metal local en aquel sábado que muchos ya expresaban lágrimas de despedida y temor de su terminación hasta la siguiente edición. Desplazado hacia el escenario chico después de haber presenciado la genialidad musical de The Last Internationale, servidor thrasher no se iba a perder la oportunidad de headbangear y meterse en algún moshpit con Vatican Spectrum. Sin embargo, el escaso público y el show que vimos desde la mitad, nos dejó algo fríos a los presentes que queríamos tralla y caña de la buena. Ellos se definen como old school de los años ochenta, y en estudio lo demuestran, pero al escuchar algunos ritmos de temas en vivo pertenecientes a su álbum debut «Ave Satan» la mezcla groove/core se desenvolvía por sí sola. No es una fusión mala, ¡ni mucho menos! La cuestión radicaba en que se esperaba algo más clásico, y el aspecto moderno de la banda cartaginense eclipso a las ideas preestablecidas.


Con una formación estable desde hace más de diez años, la banda nos presentó su particular estilo thrasher bajo los temas de su primer disco junto a nuevos singles. Ambos guitarras estuvieron en plena puesta de escena con un sonido regular; no por ellos, sino por la multitud de interferencias en las ondas mecánicas a través de los altavoces. Como si fuera un instrumento único, los solos se distinguían en armónicos y poco más. Lo suficiente para que la gente no dejase de mover la cabeza al son de los ritmos. El bajo sí que obtuvo una presencia notoria, pues los temblores de las estructuras cercanas evidenciaban los golpes graves. En similitud a lo expresado, la batería consolidó la retaguardia de la banda, pero de nuevo, las guitarras se perdían en su debacle técnica. Cierto que Jesús se dejó la voz al micrófono y pocos fueron los que no quedaron extasiados de su rabia laríngea, la cual era capaz de tirarnos hacia atrás de un ladrido. Esto hizo que el estilo ochentero del thrash/groove se sintiese en carne viva y la sensación fue muy placentera, aunque la locura de la distorsión casi echa a perder un estreno en el Coliseo que la gente no quería perdérselo.




 

Cobra Spell


Allá donde van las víboras del metal/rock, la gente no puede dejar de mirarlas ni un solo segundo. Saliendo a la arena musical con ese estilo tan único y especial dentro del hard rock/glam metal, el super grupo femenino de Cobra Spell envenenó, y sin miramientos, al creciente público que hipnotizaron mediante el brutal elenco de canciones que se han convertido en unos himnos musicales en un tiempo ínfimo. Después de múltiples cambios de formación y arduo trabajo, el joven quinteto se ha consolidado durante las giras realizadas estos años, así que les tocaba la hora de demostrar que su lugar en el Rock Imperivm estaba más que merecido. Ante un público exigente que deseaba ver a la banda en acción, Sonia Anubis volvió a erigirse como la líder indiscutible de las ofídicas humanas. Su habilidad musical es tal que ella misma, con su corta edad, es una referente artística para miles de chicas en todo el mundo. Muchos más motivos hicieron triunfar a Cobra Spell en el festival, pero de antemano, decir la poderosa actitud personal y su continuo vínculo social con los presentes.


Siguiendo la presentación del aclamado «666», el tiempo de actuación fue suficiente para que las chicas nos enseñasen cómo se hace buen rock n’ roll de las épocas doradas del siglo pasado. Moviendo a la gente en suaves headbangings, aplausos en alza y coros al unísono, la banda gozó de un sonido fabuloso y envolvente por doquier. Luciendo su preciosa melena caoba al viento, Roxana doblegó los graves de su bajo junto a la portentosa habilidad de Hale. La baterista hizo un show tan memorable que casi se queda como protagonista absoluta de la experiencia vivida, pues sentía su rol musical más allá del alma. Deslizándose entre las ondas cual serpiente al acecho, Kris nos regaló su tono laríngeo en diversos matices, sea de soprano o tenor gutural; como ella en escena, ¡no hay ninguna! A la vez que Sonia daba su recitar guitarrista en excelencia, el acompañamiento de Noelle también logró ser partícipe de los miles de vítores expelidos en un público emocionado. El tremendo apoyo que recibió la banda llegó a su cénit con temas como la rápida «Accelerate» y la evocación fiestera terminal de «Addicted to the Night», donde Sonia se deshizo en un llanto de agradecimiento mientras el resto lanzaban besos y abrazos a unos seguidores que pedían bises y algo más de tiempo para disfrutar del encanto de unas víboras que continúan su camino hacia el estrellato musical con todo el tiempo del mundo a su favor.




 

Lovebites


Nadie duda que Phantom Excaliver partió al Rock Imperivm en dos con esa puesta en escena nipona llena de energía el día de antes, pero es que ni 24 horas pasaron para que llegase Lovebites y dijera: “Aquí mandamos nosotras, ¡y nadie más!” Lo hicieron con todo la ilusión del mundo, ya que fueron, de sobra, la revelación del sábado sin no tenemos en cuenta a los cabezas de cartel y otras bandas mucho más conocidas. Con casi diez años de trayectoria y sacadas de un manga/anime legendario, el quinteto femenil tomó las riendas del público y le llevó por un camino de frenesí y disfrute audiovisual que poco envidiaría a los shows de metal/rock japoneses. Siendo uno de los grupos más exitosos de la industria musical asiática en la actualidad, pocos osaríamos a decir algo malo o difamador de ellas. Estrenaron su hora de concierto con un setlist de los mejores temas de su discografía, aparte de dar visibilidad a su nuevo álbum «Judgement Day». Embebidas en un sonido salido de una película de CGI y sin utilizar elementos especiales, Lovebites realizó una experiencia musical que se recordará, durante mucho tiempo, en España. No nos fue posible escoger a alguien que destacase en la banda, porque todas fueron un derroche de talento singular.


Desgranando el show de la bellezas niponas, Asami se encargó de liderar las letras de las canciones con una alegría inmensa que no le cabía en el pecho, pues no dejó de sonreír ni mientras su garganta mezclaba sentimientos y tonos en un cúmulo vocal capaz de hacernos llorar. Escudada por dos guitarras de leve distorsión y una calidad interpretativa imposible de superar, Miyako y Midori se pasaban los testigos rítmicos y solistas como un juego de tenis. Se unían en los harmónicos, exaltaban el valor de la sincronización, mantenían un porte de seriedad y satisfacción a partes iguales… Es que estábamos todos más felices que cuando servidor recibe la nómina a final de mes, ¡o más! Sus técnicas teóricas se adornaron de multitud de escalas y acordes fuera de lo común, lo cual convirtió el espectáculo en una masterclass para cualquier aficionado o profesional de la guitarra. Por detrás, el espíritu curioso de Anya Forger (Spy X Family) se manifestó en Haruna, cuyo rol percusionista parecía sacado del mismo anime. Le venía genial el maquillaje, pues le dio el toque fantasioso al concierto junto a algunas piezas de su kit de batería (platillos en forma de estrella XD) Quien diga que tocar un bajo es fácil, que llame a Fami y le pregunte cuantos ensayos lleva hasta ahora, porque verla con esa cara de muñeca de porcelana (¡como todas!) y ejecutar unos insólitos graves con sus dedos surcando los trastes… Se nos caía la cara de vergüenza de ver tanta aptitud sin fallar ni una nota. Uniendo estas descripciones, nos queda decir una cosa hacia Lovebites… ¡Que vuelvan ya, por favor!




 

Glasya


El mutuo apoyo entre festivales europeos es fundamental para mantener los conciertos a flote, aunque sea cediendo bandas entre vecinos. El caso entre España y Portugal se extrapoló al intercambio vecinal entre el Rock Imperivm y el Vagos Metal Fest. Por parte lusitana, la banda Glasya acudió al tercer escenario del Coliseo mientras que la banda local Injector haría lo mismo en tierras portuguesas. Quienes nos acercamos a disfrutar del metal/rock sinfónico del susodicho grupo, la sorpresa nos pilló desprevenidos. Con una actitud feroz y bastante imponente, la cantante de Glasya, Eduarda, hizo que el show se convirtiese en una aventura repleta de increíbles melodías intrigantes y una nostalgia que nos recordaba a sus congéneres Moonspell. El desconocimiento e ignorancia del público hacia las nuevas tendencias musicales provocó que hubiera poco público presente en la actuación; ¡mucho mejor para ver a Glasya en todo su esplendor! Envueltos en un halo brilante con el sol surcando el cielo, la banda se centró en dar salida a su reciente álbum «Attarghan».


Hay muchas mujeres que saben dominar el escenario cuando se trata de cautivar a los asistentes, pero el caso de Glasya fue algo excepcional. Sin dejar de moverse y llevándose las miradas de atención, Eduarda repartió ese interés, centrado en ella, por sus compañeros, haciendo que todos fueran partícipes de loa vítores y ovaciones. Si Davon expelía un ritmo ambiental con su teclado, Eduarda le influía un sentimiento de protagonismo teatral. Que Bruno ponía su habilidad en un solo de calidad, no tardaba ella en ponerse a su lado e imitar las notas con su tono vocal. ¡No, no es ser pesada o parecido! Más bien, saber que el trabajo en equipo es la ejecución de un buen trabajo individual sustentado entre los miembros de un sistema. Por eso, los temas sonaron en un aspecto técnico impecable y muy nítido, tanto que hubo que subirles a las guitarras al final del concierto. A través de una batería nivelada y los graves del sereno Antonio, Glasya dio vida a su repertorio con una puesta escénica original y que les valió una multitud de bises por parte de un público que les arropó de principio a fin; ¡porque se lo merecieron y más!


Spidergawd


El sol pegaba fuerte al inicio de la tarde, así que un poco de calma se necesitaba en el Rock Imperivm. Se habían soltado las bestias en la arena, los gladiadores entretuvieron al público con las luchas a muerte y un poco de merienda no vino mal para recuperar fuerzas. Desde lejos y con un estilo rockero con tintes psicodélicos y un uso increíble de las técnicas de jazz, Spidergawd salió al escenario con ganas de darse a conocer más entre el público nacional que les acogió con los brazos abiertos. Con el lanzamiento de su último álbum «VII» la banda hizo gala de su virtuosa creatividad mediante un repaso a la discografía reciente, un acierto que puso en pie al público en todo momento. Una especial mención hay que hacer con respecto a Rolf, el saxofonista que se llevó el protagonismo absoluto del show con su enérgica personalidad, inaudita técnica musical y una actitud social que no hizo decaer el ambiente ni con una birra en la mano y un bocata en la otra. La curiosidad rompió el saco de un servidor, quien al acercarse demasiado a la sombra de las vallas, al final se quedó todo el concierto.


Con su exquisita guitarra amarilla y ese aspecto de “nerd” (¡en el buen sentido, leñe!) con las gafas de gruesa pasta, Per se labró su voluntad en unas melodías enigmáticas que nos evocaban a mundos de fantasía más propios de un subidón anestésico de Ketamina. La disociación musical era tan apreciable que a muchos se les quedaron los ojos en blanco tratando de comprender las líricas o dar sentido a los ritmos. Los adornos del saxo de Rolf volaban por el recinto y enternecían las mentes, así como el leve bajo que guiaba las estructuras melódicas junto a la batería de Kenneth, otro artista que lo dio todo en el show y más de lo que podía. Aunque ya había gente sentada y las colas de las firmas abarrotada, Spidergawd se llevó la atención del Parque del Batel desde muchas distancias, y eso que el estilo interpretativo parecía adormecer en algunos momentos. Por desgracia para el sueño, Rolf fue el encargado de que eso no sucediese y, sin desmerecer el trabajo del resto, fue la figura clave del éxito cosechado en el Coliseo.




 

Green Lung


Quisimos dar una oportunidad a bandas (relativamente) desconocidas para gran parte del público y con Spidergawd hubo un acierto bastante notorio. Ahora les tocaba el momento a los londinenses Green Lung, un quinteto de stoner/doom que está revolucionando la fusión de géneros como un martillo golpeando un yunque. Aunque el show no llegó al término de ser soporífero y tedioso, sí que costó seguirles el ritmo durante los primeros temas. Con tres álbumes en estudio y habiendo aprovechado la pandemia de la Covid19 cual inspiración creativa, Green Lung utilizó su as en la manga para que el Rock Imperivm vibrase y saltase al son de unas canciones repletas de letras con temática histórica, cinéfila y un pelín narcótica (¡ya sabéis a lo que nos referimos!) Cada uno compone a su manera y si al público le gusta, ¡bienvenidos sean todas las sustancias! Si nos íbamos a la zona de los baños, un rico olorcito de felicidad se impuso a la nicotina tabáquica. Lo cierto es que, a pesar de la quietud social, la banda británica se sintió como en su propia casa.


Antes mencionamos un factor sorpresa de Green Lung, el cual se trató de Tom, el prolífico cantante cuya voz aunó los coros y unísonos para provocaron un retumbar que se notó en las afueras de Cartagena. Mediante sonidos psicodélicos y riffs templados, Scott y John se encargaron de dar vida a los temas escogidos de toda la discografía, poniendo especial atención en temas hipnóticos como «Woodland Rites» y «Old Gods». Ejecutando su rol de bajista a la perfección, Joseph elevó sus graves por encima del cielo, haciendo enmudecer al sol y sosegando el nivel sonoro con ciertos breaks en compañía de la ambientación teclista. De nuevo, el azogue vocal de Tom se convirtió en el baluarte de Green Lung, haciendo que la gente sintiese las líricas en su alma o transformándose en una esponja que recibía el apoyo y lo distribuía en el escenario. Resaltando el valor del old school en bandas clásicas (Black Sabbath) la pesadez y crudeza de las canciones se hizo notar para que el público captase el mensaje del pasado y lo utilizase para generar un futuro mejor, siendo éste el mensaje más valioso que pudimos extraer de la actuación de Green Lung en el Coliseo.




 

Riverside


Spidergawd fue un éxito dentro de la calma que antecede a la tempestad, Green Lung continuó ese legado con menor intensidad y lo de Riverside fue… Bueno, cada uno tiene su opinión, así que sin muy crítico ni demasiado duro, la gente estaba dormida en la arena del Coliseo durante la hora y cuarto de la actuación del cuarteto. Es una de las bandas más meritorias del metal/rock progresivo polaco, y aunque no se discute ese hecho, tocar siete temas en tanto tiempo… ¡Vale, vale! No nos gusta ser haters como tal, y hacemos lo que podemos para evitarlo. Riverside salió al escenario con un sonido muy bueno y claro, tanto la melatonina se segregó, a chorro, por el cerebro, causando un letargo que sólo los breaks y cambios radicales de ritmo podían hacernos despertar (con alguna que otra arritmia de fondo). De lo poco que pudimos estar presentes, fuera por busca de comida o tralla musical, observamos la facilidad interpretativa de los artistas, haciendo un recorrido por su discografía y dando prioridad a su último álbum «ID: Entity». Sin embargo, servidor no tardó en subir al escenario chico, pues a la vez comenzó Riot City, un suculento entrante previo a lo que se venía en el atardecer.


Desde otro punto de vista más liviano, la gente se agolpaba en el otro escenario para recibir a la Reina del Metal/Rock como se merecía, así que Riverside, salvo las primeras filas que deseaban tener una buena vista de Yngwie Malmsteen, pocos prestaban atención a la música psicodélica con ritmos lentos y largos, una actitud poco cercana y sin interés general. No vamos a negar los Sold Out que la banda logró en su gira otoñal por las capitales nacionales, pero ese efecto de llamada a las masas no se vio en el festival (¡o se olvidó, quizás!). Su puesta en escena, previamente anunciada, ya hizo diluir a las muchedumbres, quienes aprovecharon para ver el show desde lejos o con otros asuntos entre manos. Aparte, el tremendo sol de la tarde poco ayudó a Riverside, más bien le provocó una relativa estampida de público que conforme acabó la actuación, la gran mayoría regresó a trote. No diremos que fue una decepción, pero sí que se bajó mucho el listón a momentos de darse cita tres grandas bandas que cerrarían la jornada con muchos más aplausos y entusiasmo fuera de sí. No obstante, Riverside dio su espectáculo, lo culminó a su manera y la gente lo agradeció en función de lo vivido en la experiencia progresiva.




 

Riot City


El año pasado, una de las bandas que más triunfaron el Galia Metal Fest de Valladolid fueron los canadienses Riot City. Conformados como un quinteto que quiere recuperar la esencia más pura del heavy/speed ochentero, la apuesta en el Rock Imperivm se saldó con un tremendo triunfo que, al coincidir con Riverside, la gente no dudó en ofrecer su cuerpo y voluntad a los frenéticos temas de un grupo que donde pisa, conquista. Aunque ya repetíamos con ellos, se nos brindó la oportunidad de volver a revivir el show de Riot City en el Galia. Lo teníamos bien claro y es que, ante la pasividad y tranquilidad de la banda polaca progresiva, el movimiento era más que necesario para que el público cogiese fuerzas ante los siguientes bolos. Escogiendo el repertorio de sus dos álbumes «Burn the Night» y «Electric Elite» los canadienses sacaron todo su arsenal musical en favor de medirse ante un festival de renombre, lo cual sería idóneo para ellos y su crecimiento grupal. Ante nosotros, el concierto fue impecable a pesar de haber llegado un poco tarde.



Sin cesar en su actitud desenfrenada por todo el escenario, Jordan cogió el vínculo social y lo engrosó con su notable carisma, haciendo que los asistentes fuesen los verdaderos protagonistas del evento. Ya sea con coros o puños en alto, la gente respondió a la llamada mediante headbangings y ovaciones múltiples. Roldan tocaba las melodías de los temas con estilo, mientras que Cale culminaba los solos sin fallos apreciables. La velocidad y la agresividad eran los fuertes de Riot City, y se aprovecharon a cada momento. Centrado en su bajo y algo aislado de la moral grupal, Dustin no mermó el fantástico ambiente, pues sus dedos hacían vibrar los pilares del escenario al igual que le vimos anteriormente. Por detrás, la llegada de Drake desarmó la antigua batería de Chad y la puso a su gusto, realzando el doble bombo y los platillos, los cuales repicaron el radiante sonido general. La banda disfrutaba siendo el centro de atención de los alrededores y como traca final, se marcaron una versión especial de «See You in Hell» de Grim Reaper, una de las mayores influencias de Riot City y que les supuso un éxito sin precedentes en tierras españolas (¡el cual repetirán si vuelven!)

Textures


En 2017, Países Bajos sufrió una de sus mayores pérdidas a nivel del metal/rock progresivo. Habrá gente que no conozca a la banda Textures, pero para quienes amamos los ritmos virtuosos con toques extremos, la ocasión no se podía perder, ni siquiera coincidiendo con la querida Doro en el escenario grande. Tras haber disfrutado varios temas de la misma, el camino hacia arriba fue una tormenta de preguntas sobre la banda neerlandesa. ¿Qué tocarían de setlist? ¿De verdad era una reunión tan única y especial? No tardamos en comprobarlo cuando, al llegar al recinto, la gente se agolpaba en las vallas y las caras reflejaban una expectación total. Justo cuando el sol desapareció por la línea del horizonte, el ansiado sexteto salió a escena entre fuertes aplausos y el apoyo de cientos de amantes de su particular música y visión de la teoría práctica. Siendo la última alienación conocida, Textures comenzó su show con el dúo «Surreal State of Enlightenment» y «Regenesis» de «Drawing Circles», los cuales se sintonizaron con el público en unos headbangings salvajes, moshpits controlados y una actitud directa que enrabietó el ambiente con motivo de la reunión de la banda. ¡Qué gusto que reciban a una banda así! O eso queremos creer que pensó cada artista ante la visión social.


De verdad que nos hubiera gustado quedarnos todo el concierto, pero Yngwie Malmsteen aguardaba y el público no lo iba a poner fácil para coger buen sitio. Sin embargo, la decena de canciones que vimos de Textures fueron de sobra para decir que los neerlandeses se morían de ganas de tocar en vivo de nuevo. Al frente del conjunto, Daniel moldeaba sus cuerdas vocales en función de las líricas a expresar, incluso las más frías dentro de la agresividad o viceversa. Su facilidad tonal le hizo ganarse adeptos por doquier, al igual que el dúo guitarrista de Bart y Joe. Los acordes de las canciones eran difíciles al máximo, pues la separación interdigital de las manos no lo hace cualquiera, menos los solos técnicos dignos de una medalla al mérito musical. Entre la imposibilidad de distinguir las notas por la rapidez y el virtuosismo ejecutado, casi nadie les quitó el ojo de encima a ambos. Imponente como una bestia de graves y torciendo el gesto en la balanza sentimental, Remko se encargó también de envalentonar al público y hacerlo enloquecer a voluntad. Por detrás, la batería de Stef no reculaba en su decisión de demoler el escenario a baquetazos sin piedad, al igual que el teclado de Uri, todo un maestro a la hora de aderezar los temas y hacerlos entrar a las mentes presentes. Pusieron todo su empeño en dar un concierto magnánimo y, antes de irnos al cabeza de cartel, justificamos que Textures merecieron estar en los escenarios grandes, ya que se lo ganaron a pulso.




 

Warlock


Aburrirse de Doro es imposible, ¡así de claro! La vimos hace una semana en el Z! Live con su banda en solitario, y ahora le tocaba volver a enseñar el legado de Warlock al máximo nivel. Ya podrá tener ella ochenta años o cien, que parar a la Reina del Metal/Rock mundial no lo consigue ningún dios, ¡menos un mortal! Ídolo de masas, belleza de la industria musical extrema, joya inagotable de creatividad… El día anterior dijimos que le sobraba una guitarra a Accept; entonces ¿las tres de Doro, qué? ¡Nada, métele más que no se le escucha! Aparte de Bas, se unieron más artistas, como Stefan al bajo y la inesperada llegada de Tommy Bolan, artífice de las canciones de ese mítico «Triumph and Agony» de 1987. Que Doro tocase todos los temas de ese disco con él sólo significó una cosa; el tiempo se detuvo para ambos hace mucho. Ver cómo interaccionaban los dos, fuera en coros, gestos o Doro subida a las espaldas de Tommy, decía mucho de la estupenda relación que ambos poseen. El público sólo pensaba una cosa… ¿Qué hubiera pasado en Warlock si Bolan hubiera estado desde el principio en 1983? La respuesta la vimos en vivo y en directo, y si pestañeábamos, se perdía más rápido que un F1. La mala noticia es que ella coincidía con Textures, y servidor sabe que Doro viene a España siempre que se le presenta la ocasión, hecho que Textures no. A lo cual, cedemos la palabra a quien vio a la Reina dando guerra a dioses y mortales por igual, guiando a todos ellos hacia el paraíso de la utopía musical extrema.


¡God Save The Queen! Será el himno británico de los Sex Pistols, pero en este caso, se extrapola a Doro, quien siempre será la Reina del Metal/Rock. No era mi primer rodeo en un festival viendo a Doro en concierto; con el regreso de Warlock, sí. Me es imposible esconder una sonrisa al escribir estas humildes letras, ya que recuerdo todos y cada uno de los momentos vividos en Cartagena. Pese a que se notaba que Doro no estaba en su mejor forma física (constancia había del reciente Z! Live) su presencia era imponente en escena. Una simpatía que nunca desaparece, sonrisas de amor y cariño para cada uno de los presentes y palabras de agradecimiento entre canción y canción. De siempre, Warlock es Doro, y ese legado brillante la acompañará allá donde vaya. En este concierto, Doro fue acompañada con unos artistas de nivel descomunal. Guitarristas modernos como Bas y otros clásicos como Tommy, Stefan como bajista impecable y el encargado de presentar a nuestra reina entre todos nosotros, Johnny a la batería y los coros. Enganchando con la potente «I Rule the Ruins», la banda desplegó todo el arsenal de éxitos del pasado. El colocón «Earthshaker Rock», la tradicional «Burning the Witches», la balada germánica «Für Immer» (¡qué bien le quedó, ostia!) la rápida «Metal Racer» o el baile de «Metal Tango». En todos ellos, la unión vital de Doro con el público fue mágica, traspasando los límites humanos. «All We Are» nos hizo repetir el estribillo hasta la infinidad mientras Doro no dejaba de sonreír y llorar en lo más profundo de su alma. Tampoco faltó la versión «Breaking the Law» donde, si hubiera salido Rob Halford a cantar también, ¡más no se puede pedir! En ningún momento, el sonido general decayó y Doro, junto a toda la banda, se deshizo en halagos y muestras de apoyo hacia el Coliseo, que la volvió a coronar como Reina del mundo musical existente. ¡Larga vida a Doro!




 

Yngwie Malmsteen


Dicen que es un egocéntrico de mierda, un altanero que sólo mira por su propio culo cuando hay un desastre a su alrededor, la imagen de la peor divinidad musical… Y esperemos que Yngwie Malmsteen no lea esta crónica por si se cabrea con nosotros, porque lo mencionado lo que se oía antes y después de su actuación. Aquí no vamos a debatir sobre su persona, sino su música y estilo creativo. Por ello, la opinión de servidor es que vimos a una estrella guitarrista rendir otro homenaje a sí mismo. Podrá ser todo lo que quiera la gente, pero quien va a ver a Yngwie sabe que todas las miradas están centradas en él y nadie más. En cierto modo, eso es una falta de respeto hacia el resto de artistas que le acompañan. Nick Marino es un teclista excelente y su voz ha servido de guía para muchas líneas de canciones actuales del músico sueco, lo mismo que decimos de Emi, quien se ha convertido en un maestro de graves con esa habilidad bajista que le hace pertenecer a la élite de Yngwie. Cuando servidor veía lo bien que ofrecían su apoyo al guitarrista, no podía reprimir las ideas del por qué seguían con él a pesar del relativo trato nefasto. ¿Y si Yngwie es un amor a puerta cerrada o en solitario? Algún día lo averiguaremos, pero mientras nos quedamos con el pedazo de sonido que se gastó ante un público desganado, hostil y bastante irrespetuoso con las labores de prensa y fotografía (le han salido a él, ¿o no? XD).


Teníamos muy claro que ver a Yngwie (a quien deseamos un feliz cumpleaños con sus 61 tacos bien llevados) durante dos horas era una odisea, así que, en cuanto tocase «Seventh Sign», el quirófano ambulante de Carcass esperaba arriba. Empezar con «Rising Force» y seguir con medleys incompletos ya nos dio una idea de cómo iba a ser el concierto, y que dos horas no duraría ni queriendo. Una réplica le haríamos al guitarrista, y es que no tocar, ni siquiera la introducción acústica de «Disciples of Hell» nos decepcionó mucho. Por otro lado, con sus dotes clásicas y uso extensivo de estilos barrocos y renacentistas, la gente apenas aplaudió u ovacionó las versiones que hizo de «Badinerie» de J.S. Bach y el «Adagio» del cuarto movimiento del Concierto de Violín de N. Paganini. Ese hecho nos enrabietó muchísimo, pero no con Yngwie y compañía, sino ante el público y su maldita ignorancia de las raíces más puras de la música metal/rock. Puede que Yngwie se tirase todo el concierto (el que vimos) haciendo solos y más solos, pero tocar esas bellezas y que nadie le reconociese el mérito, la hostia era, más que clara, para los asistentes. De repente, sin tocarla entera, «Seventh Sign» tronó en los altavoces, lo cual significó el pistoletazo de salida hacia Carcass justo cuando acabó. Conforme subíamos las escaleras, escuchamos la versión «Smoke on the Water» de Deep Purple, la cual se coreó entre un público que no le pillaba el punto a Yngwie, a pesar de ser como es. Nuestra opinión es obvia respecto a él y su concierto en el Rock Imperivm: “Satisfizo su ego con una calidad inigualable y casi nadie le dio crédito salvo injurias y menosprecios poco justificados”




 

Carcass


Sin seguir las líneas anteriores, sólo diremos que el parche de Yngwie seguirá en nuestra chaqueta hasta el fin de los tiempos, pase lo que pase. Ahora tocaba ponerse la bata estéril, calzarse los guantes de talla L, el gorrito verde del cabello y entrar al quirófano sajón de Carcass. ¡Lo que deseamos tener allí una Sierra Gigli, un separador de Farabeuf, un bisturí eléctrico candente…! Llegar al escenario pequeño y que comenzase «Death Certificate» es el sueño de todo sanitario que se precie (sí, servidor atiende a los pacientes y su consulta con Carcass de fondo, ¿qué pasa?) Enclavado en el centro y sosteniendo ese bajo tan negro como su alma carbonizada, Jeff Walker se nos erigió cual Dr. Cavadas de la música extrema. La gente quería guerra, moshpits y mucha sangre, así que sacamos los Abbocath del 14G y entramos al fragor ambiental que se había establecido ante el veterano cuarteto. Arropado por las chirriantes guitarras de Bill y Nippy, Jeff no dejó de violentar al público con ese carisma salido de un mortuorio. ¡Ni esterilidad ni nada! Si la gente quería un sonido que les aplastase el cráneo antes de la lobotomía, ahí estuvo Carcass para que la anestesia corriera a cargo de una buena pedrada en toda la nuca. Hemos de admitirlo, ¡disfrutamos del show como enfermeros que sondan a un tío por la polla sin vaselina (mi rutina diaria XD)!


Sabemos que la banda está creando un nuevo álbum, pero con el reciente «Torn Arteries» nadie se esperó el brutal setlist que se escogió para la ocasión. Desde los inicios de «Reek of Putrefaction» hasta el quirúrgico «Surgical Steel», Carcass se hizo de oro con la ejecución de los mejores temas de cada álbum, poniendo énfasis en quebrar a los asistentes mientras los servicios sanitarios adyacentes alucinaban en colores. Con el contraluz del escenario y repartiendo hostias a mansalva, Daniel casi cumplió su promesa de clavar las baquetas en los ojos de alguien, o realizar un sondaje rectal inflexible. La furia y hostilidad que ponía ante su batería no se vio en todo el festival, lo cual extenuó los ánimos a cero. Nippy se adecuó al acompañamiento guitarrista de forma fácil, realizando las difíciles melodías de «Dance of Ixtab» y «316L Grade Surgical Steel» con el fuego sanguíneo ardiendo en sus ojos. Se le veía tan cómodo y dispuesto que servidor no le quitaba ojo; a Bill ya le conocíamos y poco alegamos de un hombre que nació para operar y extirpar hasta el último órgano de un paciente sano con su creatividad solista encaminada a abrir un cuerpo sin tocarlo. «Ruptured in Purulence» se combinó con la singular «Heartwork» y de aquí, la insanidad de los espectadores (incluyendo a redactor) se apoderó en un céntrico moshpit que nadie se atrevió a parar hasta que Carcass cesó su repertorio. Lo mejor de todo es que Jeff, el cual no paró de tocar sus graves a lo bestia, se guardó el as de la banda con la brutal tríada de cierre que queríamos. Dejándose la laringe en ese público en éxtasis, gritó los temas de «Genital Grinder», «Pyosisified» y «Exhume to Consume» para avivar las llamas de los cientos de muertos que no dudaron en cantar por él, despidiendo una actuación tan perfecta como un bypass coronario.


The Darkness


El Coliseo tenía que terminar a lo grande sí o sí; ¿qué mejor forma que hacerlo mediante el aniversario de uno de los álbumes que macaron la historia del Rock N’ Roll británico? Vamos a situarnos en 2003, donde la banda The Darkness lanzó su debut con «Permission to Land». La fama fue inmediata, tanto que las ventas reventaron la economía musical sajona de ese año. Después de veinte años de esa explosión artística, tocaba rememorar aquellas canciones que lograron ese éxito, así que The Darkness apareció en el Rock Imperivm para reivindicar esa hazaña. Los hermanos Hawkins siguen tan ágiles y carismáticos como siempre, especialmente Justin, cuyas acrobacias, saltos y otros gestos motivaron al público desde el principio, ¡porque él es así y lo queremos como tal! A su lado, la guitarra de su hermano sonó en un tono nítido y distinguido, como un señor de alta clase liderando una orquesta legendaria. Si alguien se lo pregunta, sí, tocaron el álbum casi al completo, ya que también dejaron hueco para otros éxitos, mencionando a «Motorheart» y «Barbarian». Comenzando antes por lo ocurrido con Yngwie Malmsteen, servidor tuvo tiempo de ver a The Darkness en acción y al extravagante Frankie, quien acaparó las miradas en su bajo engalanado de notas sutiles que hacían florecer los ánimos en el corazón. Por cuestiones thrashers y gustos nacionales, pasamos el micrófono a quien se quedó, hasta el final, con la banda británica, ¡quien murió de felicidad!


Si la memoria no me falla, creo que ésta era la cuarta ocasión en la que veía a The Darkness. Con su hard rock/glam, excentricidades y otros aspectos variopintos, el nivel de voz de Justin Hawkins sigue tan característico como siempre, el cual le permite pasar de un tono grave a un tono agudo, o muy agudo, prácticamente en un segundo. No es sólo escucharlo en «Givin’ Up», sino verlo también en acción en «Stuck in a Rut», porque Justin es un espectáculo viviente que no se queda apenas quieto en el escenario. Su entrega nos hace pensar cómo puede terminar, de una pieza, el final de un concierto de unas dos horas. No en vano, ya son casi 50 años los que lleva a las espaldas y es pura energía. En opinión personal, creo que es la mejor elección de cierre de festival que podía haber dentro del gran cartel que ha habido este año en el festival. No podían faltar más temas icónicos como «I Believe in a Thing Called Love» (¡chicas, venid a mí!) o «Growing on Me». El resto de la banda también tuvo un nivel impresionante haciendo buenos acompañamientos a Justin, cambios de posición y demostrando que la música la llevan en la piel, mencionando el caso de Frankie y el genial Rufus en su trabajo percusionista, los cuales ensalzaron la versión «Immigrant Song» de Led Zeppelin. Todavía me sorprende recordar que, aun con el cansancio acumulado de cuatro días intensos de música metal/rock, la gente tenía energías para seguir y sabiendo lo que me costó acercarme a las primeras plazas. Con The Darkness, el Rock Imperivm puso un broche de oro no sólo a un día lleno de grandes artistas con goces y disfrutes durante horas; también a otra edición que se vuelve a superar, incluso rivalizando con Kiss y Deep Purple del año pasado.




 

Injector


Se nos cayó Tankard casi a última hora, pero la cerveza siguió rulando por todo el recinto. Para suplir a los teutones, los thrashers cartagineses Injector se encargaron de que la gente no se fuera para casa a medianoche. Se viene un inminente álbum que promete ser otro bombazo como el anterior, «Haunt of the Rawhead», así que el cuarteto se puso manos a la obra para seguir ganando popularidad y thrashear como nunca. Bien conocemos el potencial de Injector, de modo que su actuación en el Rock Imperivm no podíamos perdérnosla bajo ningún precepto. Aunque servidor llegó tarde en favor de ayudar en la cobertura de The Darkness, el adelantamiento de los horarios fue generoso en la pequeña pérdida de un par de temas nada más. Con una iluminación colorida de tonos brillantes en contraluz, el tremendo solo de bajo inicial que Mafy ejecutó en «Oppresive Force» nos envalentonó a la furia propia de una banda que no deja de crecer a través de su constancia y buen trabajo.


¡Jamás me cansaré de decirlo! ¡Echo mucho de menos a Aníbal en la batería! Juanjo es un portento físico en la percusión y lo hace genial con su potente habilidad, pero es que la alegría que expresaba Aníbal a cada baquetazo… ¡No tiene comparación! Al frente y sin perder su estética ruda y calmada a la vez, ambos Danny volvieron a sacar todo su arsenal de calidad extrema. Ritmos impresionantes sin despeinarse con el sentimiento social a flor de piel, unos solos tan rápidos y afilados como cuchillas cortando la carne, los moshpits rompiendo cuerpos en la arena romana… ¡Lo bordaron, así de simple! Por supuesto, Injector también nos volvió a dar una muestra de lo que se avecina en el estudio, ya que «Warning Blast» vibró todo el recinto con esa brutalidad musical que tanto queremos oír en el estudio. De nuevo, en un recuerdo al mejor thrash metal americano, la versión de «Practice What You Preach» de la legendaria banda Testament le ganó unos vítores continuos de un público que pronto se olvidó de lo sucedido con Tankard. Cerrar el Coliseo, en el escenario pequeño, con una banda local de prestigio como Injector es una lección de maestría, y así lo vivimos hasta el fin de una edición que difícilmente se puede repetir.




 

Fotografía: alberto@metaltrip.com

Prensa: Alberto Wesker V.S. y Ramón G.R.
Source: metaltrip.com

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